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miércoles, 13 de diciembre de 2017

Un día distinto...

(Esta semana me gustaría volver a publicar este post de hace un año, que tanto gustó. Muchos que me seguís desde hace menos de un año no lo habréis leído y pienso que merece la pena, espero tu opinión...)

Otra vez vuelve a sonar el bus… y dentro de media de hora volverá a pasar el tranvía… ¡así no hay quién duerma!.

En fin, son las seis de la mañana, me voy a levantar porque es difícil conciliar el sueño, ¡otro día igual!. Siempre me pasa lo mismo, tengo la espalda reventada y vuelve a hacer demasiado frío, será mejor que me quite rápido de en medio, porque ahora pasa también el camión de la limpieza, y como estos no tienen compasión, no quiero acabar empapado, que con el tiempo que hace puedo coger una gripe o algo peor.

Así que, lo que hago siempre nada más me levanto es cambiarme de sitio y luego reponerme, porque no os podéis imaginar lo mal que te encuentras cuando duermes en la calle. Sí, soy un vagabundo, llevo ya muchos años tirado en la calle, y creo que nunca me acostumbraré a dormir a la intemperie; es imposible descansar, me levanto con dolores en todo el cuerpo, mareado, aturdido, tiritando y con la garganta caliente, siempre con la amenaza de ponerme malo, debido a la humedad que cae por la noche. Pero bueno, estoy contento, he sobrevivido hasta el amanecer, puedo darme por satisfecho.

Comienza la actividad de la ciudad, y lo que hago a continuación es guardar los cartones y las mantas que pude conseguir. Tengo un nuevo escondite, espero que no lo encuentren y me vuelvan a robar mi kit de supervivencia, esperemos... es todo lo que tengo. Sospecho que la última vez no fue otro mendigo, fue la señora que vive enfrente, en ese piso que tiene un banco en el bajo, esa mujer siempre me mira con mala cara y me vigila, ni siquiera me ha hablado nunca, pero me asesina con su mirada cada día, y ha puesto a toda la comunidad de vecinos en mi contra; tanto es así, que el señor que de vez en cuando me traía algo de comer, ya no lo hace, por lo visto lo ha amenazado con denunciarlo, no sé… ¿Qué le habré hecho yo?.

Tengo lo justo para tomarme un café, pero no me dejan entrar nunca en los bares y cafeterías, es como si mi dinero tuviera menos valor, veo las miradas de sus ojos, desprenden repulsión, porque creen que se van a contagiar de algo. Entonces tengo que desplazarme fuera del centro, casi a las afueras, para tomarlo en un pequeño kiosco donde el hombre parece amable, pero no creo que dure mucho, porque el dueño ya le echó la bronca por servirme el café, dice que no quiere a gente de mi calaña por aquí... ¿acaso me conoce?, otra humillación más… ya estoy acostumbrado.

Asoma el sol, y la gente sale de sus casas a toda prisa para ir al trabajo. Un trabajo, ¡cómo desearía poder trabajar!, la gente sueña con que le toque la lotería, yo sueño con un trabajo, de lo que sea; pero ya he desistido, nadie me quiere y con la crisis que hay ahora, menos aún; lo he intentado de todas las maneras, pero cada día me hundo más… he pedido ayuda, pero nadie me hace caso… es como si no existiera.

Me siento en el banco del parque y veo como pasa la vida, el ritmo que tiene la ciudad y no sé qué hacer, me noto un trasto tirado, no sé a dónde ir… otros pobres compran un cartón de vino, para que se pase más rápido el tiempo y la embriaguez les borre sus angustias. Yo no he llegado a eso, y el último con el que hablé, me dijo - ya llegarás, ya llegarás -, quizás tenga razón.

Cuando pasa un rato me levanto y deambulo por las calles, la gente me mira con repugnancia y se echan a un lado, como si fuera un imán, los repelo a cada lado; vuelvo al centro y allí me siento junto a una farola, para pedir dinero, a ver si hay suerte y consigo algo para almorzar.

Ya se acerca la Navidad, el alumbrado está puesto, y la gente va como loca de tienda en tienda, buscando regalos y caprichos de todo tipo. Realmente veo lo enferma que está la sociedad, y es muy triste oír como en estas fechas, hay que ser mejores personas y ayudar al prójimo, fíjate acaba de pasar un cura, y ni siquiera me ha respondido, ¿entiende este hombre lo que significa la Navidad?, bueno, tampoco me asombra, son todos iguales. La mayoría ni me miran, y el resto, lo hace con el rabillo del ojo, no sea que les atraque o les pueda contagiar no sé qué, ¡qué absurdo!.

Luces, colores, villancicos, supuesta alegría, felicidad, pero están completamente vacíos, no parecen seres humanos, qué lástima, no se dan cuenta de lo afortunados que son.

Se acerca el mediodía, y tengo mucha hambre, he conseguido tres euros solamente, al menos me dará para comprar un bocadillo y un poco de fiambre. Vuelvo a alejarme del
 centro para poder comprar en un pequeño supermercado, donde hay una cajera que no me

 mira mal, y de vez en cuando me ayuda; es una mujer muy buena, en el barrio le dicen la loca de los gatos, porque cuida a unos gatitos que están en un solar abandonados, a parte, cuida de su madre enferma, y con todo lo que tiene, sus ojos siguen brillando… parece entender lo que es la vida, pues siempre me dedica su mejor sonrisa y me da ánimos. Hoy no me ha podido ayudar, porque el encargado se ha dado cuenta que me daba la comida que caducaba en los próximos días y que siempre tiran a la basura; le ha montado un follón, aun así me ha dado un refresco, ¡es un ángel!, ojalá hubiera más personas como ella.

Mientras comía mi bocadillo, sentado en una esquina donde hace menos frío, se ha acercado Milú, es un perrillo vagabundo como yo, de color negro, el pobre está en los huesos. ¡Cómo me alegro de verte, pensé que la habías palmado amigo!, hacía una semana que no te veía, ¿quieres un poco de mi bocadillo?, ten, termínatelo tú colega, eres un buen perro y no te mereces vivir en la calle. Tienes heridas en el lomo, ya te han vuelto a pegar patadas los jóvenes del parque, lo siento mucho amigo, deja que te las limpie al menos.

Vaya… me he quedado dormido, últimamente no ando bien de salud y estos dos días atrás no he comido nada, pues por lo visto, según me dijeron una vez en urgencias, tengo piedras en el riñón y tenía mucho dolor, no podía ni levantarme. En el hospital a veces me dan una pastilla para la inflamación, pero me echan rápido de allí. Milú no está, ya se ha marchado, hace bien, pues mientras comía pasaban unas señoras diciendo que esta noche iba a caer un temporal, y a lo mejor hasta nevaba, espero que no sea así.

Voy a buscar algo para cenar en los contenedores, antes de que sea más tarde, porque si va haber tormenta, tendré que buscar algún sitio mejor si no quiero morir de frío, ya que en el albergue me quedé los tres días que te permiten dormir, eso, si alcanzas a llegar temprano, de los primeros a la cola, claro.

Han pasado las horas y no he conseguido nada para cenar, pero me preocupa más el frío, voy a buscar mis cartones y mis mantas, pero ¡no están!... seguro que ha sido la mujer de antes, porque está asomada a la ventana, ¿cómo puede tener tanta maldad?. Tengo entonces que apresurarme.

Ya son las diez de la noche, la gente termina de hacer sus compras y se marcha a casa, a un hogar donde comerán un día más y estarán calentitos. Yo no tengo hogar, nadie que me espere, no tengo nada, las calles están desiertas y me encuentro muy solo… estoy en un pequeño portal que tiene los cristales rotos, porque encontré un cajero, pero otros sin techo llegaron y me echaron; tengo demasiado frío, no tengo mantas, no dejo de temblar, creo que tengo hasta algo de fiebre, tengo hambre, no me siento bien y ha empezado a nevar. Me encuentro muy cansado, no entiendo esta vida, no comprendo porque nadie me ayuda, y llevo ya una hora llorando; estoy agotado, ¿por qué esta mala suerte?, si yo no soy mala persona, siempre he tendido una mano al que me lo ha pedido, no comprendo nada, no le importo a nadie, soy invisible al mundo, me siento una mierda. Cada vez hace más frío y lo único que pienso es poder pasar esta noche como sea, sobrevivir y llegar a ver mañana la luz del sol… tengo miedo, no sé si… esta es mi realidad, nunca hubiera pensado...

“Esta es la historia de un hombre cualquiera, desgraciadamente esa misma noche murió entre temblores por la tormenta helada, y a nadie le importó. No te voy a decir su nombre porque no te ha interesado, no voy a hablarte de su vida pasada porque tampoco te has preocupado, te apartaste de su lado cuando deambulaba por el centro de la ciudad y nunca sabremos, si tú le hubieras ayudado, si quizás, aun estaría vivo. Un vagabundo menos, ¿qué más da, verdad?, tú ya tienes bastante con tu vida; ahora cerca de tu casa hay otras historias iguales a esta, en idéntica situación, con el mismo sufrimiento…

Al menos, espero que hayas podido meterte en la piel de este hombre, y haber imaginado a través de sus ojos el desprecio y el horror de la soledad, para poder valorar una forma distinta de vivir a la tuya”.


Publicado por primera vez el 12 de diciembre de 2016

6 comentarios:

  1. que puedo comentar? que es un mundo de mierda, eso es cierto.
    pero aún tengo esperanzas en que cambiemos y seamos realmente
    humanos!! con corazón carajo!

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    1. Y todo empieza por uno mismo, mañana, ¿qué harás?. Gracias por comentar.

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  2. Hola, J.A.:

    Es un buen texto, un texto potente. Dejando a un lado cosas personales del estilo, que no son más que subjetivas, sí que hay un par de cosas que, puesto que esta entrada es una "reedición", habría estado bien una corrección. Imagino que en un año has debido progresar mucho escribiendo.

    Me refiero, por ejemplo, a la sobreabundancia de comas. No de enumeraciones o de fluir de conciencia, sino que hay partes que podrían llevar bien un punto, un punto y coma o bien nada. En cuanto al mensaje del mendigo, está realmente bien, pero considero que las comillas del final estropean totalmente la agilidad del relato. Te recomiendo leer el cuentito "Vanka" de Chejov, que me recuerda a este por el frío y la desesperación, para que veas un ejemplo de final que me parece más efectivo. Personalmente, creo que un final abierto o, al menos, en el que no se dijera tan explícitamente que ha muerto el vagabundo, sería más contundente...

    ¡Espero haberte ayudado! También puedes pasarte por mi blog de poesía, si quieres.

    Un saludo,
    Adrián.

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    1. Gracias por las apreciaciones Adrián, siempre es bueno una segunda opinión.

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  3. hola este un relato que puede cambiarte la vida lo recomiendo,esto es lo que me sucedió a mi: por mi casa había un hombre, que el alcohol había arrancado de su familia y todos los días se preocupaba por conseguir alimento y su dosis de alcohol, que solo costaba 30 centavos de dolar, dormía en cuclillas no se como lo hacia, se quedaba dormido al lado de mi casa, su nombre era cesar, a veces lo veía completamente mojado y dormido, una vez unos punkeros lo apuñalaron con un lapicero 100tos de veces, nunca olvidare ,lo que vi, su piel completamente morada, era un morado de sangre gigantesco, mi padre que presentía su muerte la propia, empezó a ayudarlo y lo dejaba dormir en el pórtico de mi casa, que tiene un balcón y ahí uno no se moja, lo dejaba entrar, le tenia su propio plato, pues si es verdad nadie quería comer en el plato de cesar, sabes en mi tierra los habitantes de la calle se contagian de tuberculosis y van contagiando a sus semejantes y a veces a los que les hablan, yo le pedía a dios que cesar fuera feliz, pues había aprendido a contar con el en mi vida, cesar barría las calles de afuera de las casas de la gente con pedazos de palma que recogía cuando caían y la cobija de sus noches era el alcohol que lo calentaba como un viejo motor de combustión, sin su alcohol moriría, algunos le daban comida otros monedas, así transcurría su vida, orgulloso contaba que había sobrevivido 50 años en la calle, era apenas un niño cuando la abrazaba. continuo, mi padre lo dejaba entrar a la casa y se empezaron a perder las cucharas, siempre me pregunte quien le compraría cubiertos a un habitante del olvido y la calle, pero no me enoje con el, mas bien la tristeza me llenaba, pues el pórtico donde no se mojaba ya no estaría abierto mas para el, ahora viene el desenlace seguro te imaginas que murió, el viejo cesar escucha lo que te voy a contar: yo hablaba con el y le ayudaba y solo tenia 19 años, no imaginas la rabia que sentí cuando lo convirtieron en un morado que caminaba a punta de lápiz puñaladas, quise pelear contra esos punketos yo mismo, el no supo quienes eran y no se si hubiera luchado contra ellos, pero nunca olvido al viejo de la calle todo aporreado, yo le preguntaba que si tenia familia y el decía que si, pero que le gustaba la calle, su hogar era el mundo de cemento extenso ,un día no lo volví a ver, pensé que alguien al fin había conseguido matarlo y que había pagado el precio en una ciudad que da pena, un día apareció sus ropas estaban limpias y ya no olía a alcohol no era un fantasma, donde su hermano un día llego y el le dijo que si no bebía y robaba ,el se encargaría de que no volviera a dormir sentado y lo cumplió, el viejo cesar de la calle, al fin de la calle salio, luego volvió a mi casa a los tres años por que a mi familia no pudo olvidar, yo me levante de mi cama y salí de la habitación a saludarlo y ya era un señor, hace ya un año que no lo veo tal vez murió pues ronda ahora los 70 y de la calle escapo, es una historia verdadera, si humanos (la voy a copiar y la voy a pegar en mi blog como un homenaje al viejo cesar para recordar al mundo que quizás en un mundo hermoso un día todo pueda mejorar, también compartiré tu historia, al corazón me llego y tal vez no suceda nada, o haga a alguien mejor)

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  4. hola este un relato que puede cambiarte la vida lo recomiendo, esto es lo que me sucedió a mí: por mi casa había un hombre, que el alcohol había arrancado de su familia y todos los días se preocupaba por conseguir alimento y su dosis de alcohol, que solo costaba 30 centavos de dólar, dormía en cuclillas no sé cómo lo hacía, se quedaba dormido al lado de mi casa, su nombre era cesar, a veces lo veía completamente mojado y dormido, una vez unos punkeros lo apuñalaron con un lapicero 100tos de veces, nunca olvidare ,lo que vi, su piel completamente morada, era un morado de sangre gigantesco, mi padre que presentía su muerte la propia, empezó a ayudarlo y lo dejaba dormir en el pórtico de mi casa, que tiene un balcón y ahí uno no se moja, lo dejaba entrar, le tenía su propio plato, pues si es verdad nadie quería comer en el plato de cesar, sabes en mi tierra los habitantes de la calle se contagian de tuberculosis y van contagiando a sus semejantes y a veces a los que les hablan, yo le pedía a dios que cesar fuera feliz, pues había aprendido a contar con el en mi vida, cesar barría las calles de afuera de las casas de la gente con pedazos de palma que recogía cuando caían y la cobija de sus noches era el alcohol que lo calentaba como un viejo motor de combustión, sin su alcohol moriría, algunos le daban comida otros monedas, así transcurría su vida, orgulloso contaba que había sobrevivido 50 años en la calle, era apenas un niño cuando la abrazaba. continuo, mi padre lo dejaba entrar a la casa y se empezaron a perder las cucharas, siempre me pregunte quien le compraría cubiertos a un habitante del olvido y la calle, pero no me enoje con él, más bien la tristeza me llenaba, pues el pórtico donde no se mojaba ya no estaría abierto más para él, ahora viene el desenlace seguro te imaginas que murió el viejo cesar, escucha lo que te voy a contar: yo hablaba con él y le ayudaba y solo tenía 19 años, no imaginas la rabia que sentí cuando lo convirtieron en un morado que caminaba a punta de lápiz puñaladas, quise pelear contra esos punketos yo mismo, el no supo quiénes eran y no sé si hubiera luchado contra ellos, pero nunca olvido al viejo de la calle todo aporreado, yo le preguntaba que si tenía familia y él decía que sí, pero que le gustaba la calle, su hogar era el mundo de cemento extenso ,un día no lo volví a ver, pensé que alguien al fin había conseguido matarlo y que había pagado el precio en una ciudad que da pena, un día apareció sus ropas estaban limpias y ya no olía a alcohol no era un fantasma, donde su hermano un día llego y el le dijo que si no bebía y robaba ,el se encargaría de que no volviera a dormir sentado y lo cumplió, el viejo cesar de la calle, al fin de la calle salió, luego volvió a mi casa a los tres años porque a mi familia no pudo olvidar, yo me levante de mi cama y salí de la habitación a saludarlo y ya era un señor, hace ya un año que no lo veo tal vez murió pues ronda ahora los 70 y de la calle escapo, es una historia verdadera, si también son humanos

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