Llega la noche, el manto oscuro cae, el verano se va acabando pero aún hace una temperatura agradable… hay una brisa suave, con matices y olores de espuma del mar. Me siento en mi tumbona que tengo en la terraza de arriba y luego me acuesto en ella, cierro los ojos y respiro profundamente, en cada aliento que suelto, mi cuerpo se relaja, mis oídos cansados de escuchar el estrés del día, también se calman y empiezo a oír los sonidos de la naturaleza, silencios y algunas aves que se acicalan junto a la ría.
Entonces abro los ojos, no veo nada, pero cuando pasan unos minutos empiezan a aparecer unos puntitos plateados, unos más grandes, otros más pequeños, algunos parpadean y varios están fijos en el cielo; conforme pasa el tiempo todo se llena de estrellas, y con ellas aparece un nuevo mundo, que es tan anciano como el propio universo. Cada una de estas, son las respuestas que el hombre se pregunta desde siempre, pero que ha olvidado hace ya tiempo…
¡Qué genialidad, qué maravilla!, entender lo que es realmente la vida, las soluciones están ahí, arriba colgadas, pero parece que ya nadie les echa cuenta. Navegar por el cosmos a gran velocidad, un pequeño planeta dentro del sistema solar, que a su vez está dentro de la vía láctea, que es nuestra galaxia, con millones de estrellas y planetas; junto a ella otras galaxias como la de Andrómeda y otras muchas más para formar cúmulos y si seguimos más allá, estas forman supercúmulos, como el de Virgo, donde estamos nosotros. Aún, más lejos, estas estructuras se siguen agrupando hasta formar una verdadera red de millones y millones de galaxias… ¡es impresionante!, ¿verdad?, cuánta vida habrá repartida por todo el universo.
Cierro los ojos y me imagino navegar por el espacio, asombrarme como en las fotos del telescopio Hubble, de los colores, brillos, nubes y formas que puedo llegar a visitar con la imaginación… entonces mi boca simula una sonrisa… y escucho la risa de un niño, que no solo está ahí arriba, pues en realidad nunca se marchó, él está en mi interior, aún vive conmigo.
La alegría me invade y vienen muchos recuerdos, siempre corriendo, saltando, preguntando sobre las cosas que veía… una chispa inagotable, que poseía el don del conocimiento verdadero. Sin normas, sin restricciones, solo las ganas de aprender y disfrutar, de compartir y ayudar, de ser vida y donársela a los demás…
Esto es todo lo que veo cuando me tumbo en una noche estrellada, vuelve a mí ese muchacho que un día fue expulsado para entrar en el mundo de los mayores, un lugar limitado, triste y rutinario… no quiero volver allí, no me gusta, prefiero seguir siendo pequeño, porque la vida tiene muchos colores y la verdad no se cubre con un velo de hipocresía y miedo a la realidad. Ese niño es tan grande como el universo, una fuente inagotable de sorpresas y aprendizajes, que cuelga de la inmensidad de las estrellas.
He comprendido que nunca tuvo que marcharse, no era necesario, por eso, ahora vuelvo poco a poco a recuperarlo, vuelvo a oír su risa y yo a su vez suelto una carcajada, pues el problema no es hacerse mayor, no hay nada de malo en eso, el inconveniente es olvidarse de quien es uno, pues primero fui niño y luego llegué a ser adulto, entonces lo esencial, la base nunca debe eliminarse, pues es nuestra infancia, la que determinará el camino de nuestra vida.
En el mundo de los adultos, me he ido endureciendo poco a poco, siempre quejándome, pues hay mucha maldad e injusticia, pero aunque esto sea así, a partir de ahora todo será diferente, pues es el crío que hay en mí, el que quiero que lleve mi vida, la sonrisa perdida, y que como un tonto dejé tirada. Escúchame bien, a partir de ahora mi afán, no será otro que reencontrarme con la alegría que habita dentro de mi cuerpo y que estaba enterrada; todo será diferente, porque tendré lo bueno de ser adulto y lo mejor de un niño.
Así recuperaré la paz perdida y podré seguir creciendo como persona, hasta el día en que me toque partir solo de la mano, junto a este muchacho, mientras bromeo con él y subo hacia las estrellas…
Abro los ojos y me parece un pensamiento precioso, mientras me sigo adentrado en la noche y buscando nuevos destellos en mi vida, sin olvidar nunca, que el mayor regalo de mi vida, está ahora aquí, a mi lado, en la misma tumbona, pues su corazón late por mí y yo por el suyo… le tomo de la mano y siento que todo es genial, pues es el centro de mi galaxia, aquí seguiremos toda la noche sonriendo como niños, bajo los atentos ojos de las curiosas estrellas...
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