Cuando charlo en una reunión de amigos, o de familiares e incluso con gente desconocida, a veces salen temas de los que yo comento en mi blog, y en muchas ocasiones me encuentro con personas que tienen más edad, de cuarenta, cincuenta o sesenta, que al escucharme saltan siempre con la misma frase.
- Tú es que estás en la época de querer salvar el mundo, y yo ya ese tiempo lo pasé, porque no se puede, ahora lo que hago es adaptarme y que nadie me moleste -, me dicen. Es verdad que todos en la vida vamos pasando por una serie de etapas, y dependiendo de nuestra educación, nuestra moral y las vivencias experimentadas, la personalidad va cambiando y como es normal nos acoplamos andando por el camino, en el hueco donde mejor estemos y menos nos molesten.
La edad es un testigo imprescindible para ello, las historias de las personas cuentan mucho de su situaciones actuales; como también es cierto que un joven en la mayoría de la ocasiones, siempre será más rebelde ante los males del mundo, que un mayor, pues tiene mucha más energía y menos experiencias de los palos que le quedan por sufrir, cuando intente poner un pie fuera del camino establecido.
Vale, yo todo esto lo veo “lógico” en esta sociedad, pero no deja de ser un error garrafal, pues sigo pensando, que son los jóvenes los que deberían llevar el peso del mundo y los mayores guiarlos solamente y por supuesto no desalentarlos, con las palabras que tantas veces he escuchado con mis orejitas.
Yo tengo treinta y ocho años, unos dicen que no los aparento, otros sí, eso me da igual, estoy en una edad en la que ya he tenido tiempo de descubrir la gran cantidad de mentiras de la sociedad, he pasado la crisis de no comprender, que lo que te enseñaban tus padres, no se correspondía con la realidad y tener que asistir a la gran crueldad que el ser humano somete a todo en general, entre ellos mismos, a los todos seres vivos y al planeta de forma global. He observado desde hace ya bastante tiempo, el pasotismo y egoísmo en el que viven las personas, el no querer cambiar, que es tan malo, como el que infringe un mal directo hacia todo lo demás.
Por supuesto, ante todo esto, yo me he revelado, pues no me gusta en la colectividad que vivo y que es así, desde que el hombre es hombre, pero os aseguro, como le digo a los que me hablan con esta prepotencia desilusionadora, que yo no me creo el salvador del mundo, tampoco creo que vaya a cambiarlo, porque no puedo y no soy nadie. ¡Pero!, sí puedo cambiar individualmente; y no me refiero a ser simplemente un buen ciudadano, pagar los impuestos que se me exigen o cumplir con las normas básicas de convivencia, yo voy más allá, porque sabiendo cómo está el mundo, precisamente por eso, teniendo en cuenta que quiero ser un adulto consecuente y responsable, sé que tengo la obligación de ponerme manos a la obra para cambiar los hábitos de mi vida, que no son coherentes, con nuestra especie, “supuestamente superior”.
Nadie puede detenerme a la hora de modificar mi vida, por ejemplo, respecto a la alimentación, para que sea más saludable, para que no sufran más animales a causa de nuestro desorden alimenticio, por culpa a fin de cuentas del maldito dinero. Puedo ser más consecuente con los políticos a los que doy mi voto o no, puedo informarme y difundir tantas y tantas mentiras que nos tragamos cada día, puedo también seguir con este blog tan particular, donde muchas personas han descubierto cosas nuevas para mejorar, e incluso escribir un libro como el que edité, para ayudar a los demás a realizar su cambio personal, comprarme un coche híbrido para reducir la contaminación o usar más la bici. La cosa no queda aquí, también colaborar con asociaciones y organizaciones, e incluso si lo veo necesario, crear una asociación para luchar sobre un tema en concreto, como también hice, y así muchas, muchas más cosas.
Para hacer todo esto, no es necesario más que mi persona, y la voluntad de querer cambiar a un mundo más justo, y sé que esto no cae en saco roto, pues otras personas se han unido, y otras tantas que ya habían cambiado antes, también, y cada vez somos más por todo el mundo… con solo la voluntad individual de cada uno.
Siempre he estado moviéndome, nunca he estado parado, en voluntariados, viajando, constantemente buscando la verdad de las cosas, intento aprender cada día, para no volver a errar en las mismas cosas… parece que no, pero con mi edad me estoy convirtiendo en un veterano de tantas guerras libradas, aunque eso implique siempre heridas y sufrimientos, que quedan como cicatrices en la vida, en mi cuerpo e irán siempre conmigo.
Yo muchas veces digo, que con todas las cosas en las que he estado metidas, muchas de ellas sin yo haberlas planificado, y aun con mi juventud y buena salud, estoy más “quemao” que la cabeza de un cerillo y mentalmente a veces parece que tengo sesenta años… pero eso no me hace desistir de mi empeño, porque tengo claro que quiero convertirme en ese hombre del futuro, que ha dejado en todo lo posible, una forma de ser, que sigue en las cabezas y los corazones de las personas del siglo veintiuno y envenena a la maravillosa juventud y su poder para transformarlo todo.
No vale justificarse en la edad o lo sufrido para abandonarse, no tiene excusa decir que nada puede cambiar por el hecho de que no ha pasado antes.
Por eso, a todas las personas que me dicen que estoy en la edad de arreglar el mundo, y bla, bla, bla… yo les digo que el tiempo no tienen nada que ver, que no me voy a rendir, que a lo mejor es al revés y el mundo cambiará, cuando yo haya cambiado de forma particular, sin esperar nada más.
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