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miércoles, 7 de junio de 2017

Viajar

Me encanta ver fotos de otros lugares, de otras partes del mundo, las culturas tan diversas que hay, los matices distintos e incluso me llama la atención, la rutina que llevan en distintos lugares del planeta, aunque sea parecida a la mía.

Me gustaría poder conocer tantos sitios, aprender de tantas situaciones como desconozco, comprender el porqué de las cosas que se hacen de una manera distinta, el toque especial que hay en cada una de ellas, la cantidad de sensaciones que puedo llegar a experimentar. Por eso, muchas veces que veo por la tele, en un artículo o en las redes sociales, personas que llevan este estilo de vida, me alegro por ellas y desearía poder acompañarlas en cada destino, en cada situación.

A veces siento la necesidad de levantar mis pies y arrancar las raíces que profundizan más y más en el lugar donde vivo, porque aunque aprecio mi tierra, no me siento del todo de ella, más bien me siento que soy del mundo entero y que lo que estoy haciendo hasta ahora, no es lo que debería. Simplemente lo realizo por las ataduras que yo me he creado, el haberme asentado implica para mí pagar una hipoteca, una serie de necesidades, obligaciones y para ello hay que trabajar; pero tantas veces pienso si dejarlo todo, comprar una caravana y recorrerme el mundo, dormir cada día en un sitio distinto, con pocas cosas, arrancar el motor y no parar hasta llegar al sitio más inhóspito de la tierra. 

Pero claro, hasta para obtener combustible hay que tener dinero, luego se unen además de las responsabilidades, una serie de comodidades y no me refiero a una televisión led de 4k o al móvil, sino a tener cubierta la seguridad social por si te pones malo, al final entre una cosa y otra, el sueño se va diluyendo y diluyendo, hasta no quedar en nada, solo en algo más que no pude hacer, con un gran sabor a frustración…

Y aunque todo esto es cierto, las ataduras de las que hablo, la mayoría son imaginarias y nos retienen por miedo, como siempre, miedo a todo, a querer tener una seguridad, que si te pones a pensar es absurda, pues dentro de un rato puedes estar formando parte del reino de Hades.

Aun así, hay personas que se arriesgan, que cumplen con este propósito y sin duda, aunque pasarán muchas necesidades, más serán las grandes experiencias que viven, llegando a un conocimiento mucho más profundo de sí mismo y de la realidad. 

¿Sabes?, en todas las ciudades podemos ver gente que vive en la calle, se ganan la vida mendigando simplemente, tocando algún instrumento, pintando, bailando, cantando o vendiendo cosas que ellos mismos hacen con sus manos. Pues antes, hace tiempo los miraba con recelo, me apartaba, pensaba para mí, - vaya partida de vagos -, sin comprender realmente por qué estaban allí, cuál era el motivo de su forma de vida. Ahora los entiendo, aman la libertad, como todos, pero ellos han decidido practicarla en su plenitud, no necesitan mucho, van a donde quieren y son conscientes de que una vida así es dura, sobre todo por el rechazo de la sociedad.

Yo la verdad es que los envidio, porque pienso que hay que tener una fuerza y valentía muy grandes, para romper con los estereotipos de la sociedad, los mismos que me tienen a mí atrapado y que me hicieron pensar mal de ellos. Creo que estas personas tienen muy muy clarito lo que es la vida y no quieren malgastarla esclavizándose con un trabajo, hijos, etc., por eso los respeto.

Quizás si todos llegáramos a tomar conciencia de esta realidad, así, tan clara y tuviéramos la valentía de hacer esto, todo sería muy diferente y aunque tuviéramos que realizar algún trabajo, no sería bajo el yugo de los poderosos y las grandes multinacionales.

Después de la vida, no hay nada más grande que la libertad, y nos la han arrebatado, la hemos dejado caer por el camino y hemos perdido la alegría, la frescura de cada día.

Te voy a hacer una pregunta, ¿si te quedara como mucho un año de vida en buenas condiciones antes morirte?, ¿seguirías igual o harías un cambio radical de tu forma de vida?...

Piénsalo, porque el mundo es demasiado impresionante como para perdérselo... ¿quién sabe?, a lo mejor algún día, me arme de coraje y mi hogar esté por ahí, cada día, donde yo pase la noche en compañía, de un cielo plagado de estrellas.

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