Es impresionante como actúa la temporalidad en
nuestras vidas, cómo pasan las cosas, y no vuelve a ocurrir, por ejemplo, te has zampado
una comida muy rica, ¡qué buena estaba!, pero ya te la comiste, y conforme
pasan los minutos el sabor desaparece, para no volver a repetir más ese
instante, solo te quedará el recuerdo y con el tiempo, lo más seguro, es que se
te olvide también. Puedes haber pasado una noche muy divertida, pero llegada
la mañana, solo te quedará el cansancio,
y de nuevo el recuerdo solamente, será testigo de lo maravillosa que fue
aquella noche, y a lo mejor, se convierte en una vaga imagen, con el paso
del tiempo… Así, todas las cosas que hacemos, tienen una temporalidad muy
corta, mientras la estás viviendo está creándose, para luego desaparecer
rápidamente, vamos, lo que es la vivencia del presente, el momento.
Vas experimentando día a día, mes a mes, año tras año,
cantidad de situaciones, que igual que llegan, se van, rápidamente, es como leer
una hoja escrita de papel, y al terminar, la arrugas haciéndola una pelota y la
tiras, y ahora coges otra, la lees y la tiras, y así de esta manera, toda la
vida.
Es imposible parar este proceso, las hojas de tu
historia se escriben una tras otra, quieras o no, cada vez más rápido, hagas lo
que hagas; y luego se arrugan y desaparecen, es como una máquina de escribir, que
empieza a escribir y a soltar hojas, hasta que se termina el libro y luego... se acabó.
Fíjate en este fenómeno, es como si no hubieras vivido
nada, y a la vez, ya lo hubieras vivido todo, como si el universo fuera un pergamino
largo, y tú estás en un sitio concreto del papel, un texto escrito hace tiempo,
y que en realidad pasó hace ya mucho, quizás por eso no podemos detener el devenir de los años.
Date cuenta, que en verdad el presente es una falacia,
pues ¿a qué le llamas así?, ¿a lo qué has vivido ahora mismo?, ¿pero cuánto, hace un
minuto, un segundo, un milisegundo?, ¿cuándo deja de ser presente para ser
pasado, para desaparecer?, es algo complicado de entender.
A veces la vida va como por saltos, hoy estás aquí, y de
repente, te encuentras en otro sitio; ha empezado el verano, y cuando te das
cuenta ya es navidad. Pero es que esto también pasa con los años, y cuando prestas atención, resulta que de un suceso que recuerdan en la tele, han pasado diez
años, y a ti te parecía que como mucho, habían pasado dos, ¿no te ha
ocurrido esto?.
Y si te pones a pensar en ello, puede agobiarte un
poco, ¡buf!, todo pasa y cada vez más deprisa, no se puede parar. Realmente te
das cuenta en este punto, lo poco que sirve en verdad, disfrutar de muchas
cosas que hacemos en esta vida, pues se esfuman como el viento y luego no queda
nada… Sólo la sensación de querer volver a repetir lo mismo, una y otra vez,
pero si te das cuenta, por mucho que lo hagas, esa sed, no se apaga, porque
siempre al final, termina acabándose. Y la frase “que me quiten lo bailao”, es
como una manera de autoconvencimiento, de retener o validar algo que se disfrutó, pero que ya no está,
tan solo, quedan recuerdos y consecuencias.
Se acaba la cena, se acaban las vacaciones, el fin de
semana, se acaba el dinero, la juventud, la salud, por acabar, lo hace hasta la
vida. Y en esta vorágine en la que nos encontramos inmersos, en la que
parecemos niños intentando coger pompas de jabón, que se explotan con el simple
roce de nuestra mano, me da la sensación de que todo está vivido, es más,
exagerando un poco, si recordamos ese pergamino del universo, ya todos estamos
muertos, o vivimos eternamente, ¿no crees?.
Quizás este sea un plano, más bien visto, con la
capacidad de coger el pergamino con las dos manos, con una el principio y con
la otra el final, algo parecido a la figura de Dios. Como si tú escoges un libro de
historia, y lo abres por donde quieres, depende por donde lo hagas, unos
personajes estarán vivos y otros ya habrán muerto; siempre podrás releer el
libro y ver las distintas cosas, que hizo alguien en ciertos momentos.
No, no tengo fiebre, es la sensación de estar en la
página ciento nueve del libro, y que se habla de mí, diez páginas más, después… Todo se acabó, el problema es que yo no tengo la capacidad o el poder de volver
hacia atrás para disfrutar de una existencia eterna, para disfrutar de tantos
momentos, las veces que me dé la gana. Con todo esto en mi cabeza, pienso,
¿merece la pena hacer tantas y tantas cosas?, si al final, yo no controlo la
duración de los acontecimientos y sé demás, como va a acabar todo, ¿no te parece?.
Es como sentirme por primera vez como un pequeño organismo; cuando yo los miro por
el microscopio, siento lástima pues su vida para mí, es muy corta, quizás para
él sea tan “larga”, como puede ser la sensación de la mía.
A lo mejor, todo esto no es más que un berrinche, por
la simple idea de no aceptar la naturaleza de mi biología, la incapacidad para
controlar mi vida y en definitiva por ser un organismo que sabe que es mortal,
y por mucho que quiera, no lo puedo evitar.
Entonces, una vez dicho esto esto, ¿qué más puedo hacer?, de repente parece que nada sirve de nada, que por muy bien que puedas pasártelo, al final, todo se desvanece y tus manos quedan vacías, hasta que te toque por entero... desaparecer.
Por eso, el hombre, ante todo esto solo puede hacer una cosa, que es intentar sobrevivir el máximo tiempo posible, con la esperanza, que los nuevos descubrimientos, quizás posterguen su vida, o pueda llegar a entender, por qué a veces el universo a pesar de ser tan grande, puede llegar a ser una cárcel y un enigma tan grande.
No nos queda más remedio, que aceptar como viene dada nuestra vida, porque no se trata de hacer muchas cosas, ocupar el tiempo desesperadamente, más bien, es la calidad y la intención de nuestros actos los pueden darle a nuestra existencia, el suficiente sentido, como para estar orgulloso de formar parte del cosmos y tantos seres vivos que nos rodean.
Esta es la realidad, y con nuestros ojos puede no parecer muy alentador, pero para nosotros, todo radica en apoyarnos mutuamente, en ayudarnos los unos a los otros, para luchar contra este titan, este universo que nos da la vida y a la vez nos sentencia, pues si el tiempo es un arma realmente terrible, nuestra unión y superación pueden ser, nuestra mejor defensa, juntos si le podemos hacer frente y sobrevivir al largo pasar de las eras.
Entonces, una vez dicho esto esto, ¿qué más puedo hacer?, de repente parece que nada sirve de nada, que por muy bien que puedas pasártelo, al final, todo se desvanece y tus manos quedan vacías, hasta que te toque por entero... desaparecer.
Por eso, el hombre, ante todo esto solo puede hacer una cosa, que es intentar sobrevivir el máximo tiempo posible, con la esperanza, que los nuevos descubrimientos, quizás posterguen su vida, o pueda llegar a entender, por qué a veces el universo a pesar de ser tan grande, puede llegar a ser una cárcel y un enigma tan grande.
No nos queda más remedio, que aceptar como viene dada nuestra vida, porque no se trata de hacer muchas cosas, ocupar el tiempo desesperadamente, más bien, es la calidad y la intención de nuestros actos los pueden darle a nuestra existencia, el suficiente sentido, como para estar orgulloso de formar parte del cosmos y tantos seres vivos que nos rodean.
Esta es la realidad, y con nuestros ojos puede no parecer muy alentador, pero para nosotros, todo radica en apoyarnos mutuamente, en ayudarnos los unos a los otros, para luchar contra este titan, este universo que nos da la vida y a la vez nos sentencia, pues si el tiempo es un arma realmente terrible, nuestra unión y superación pueden ser, nuestra mejor defensa, juntos si le podemos hacer frente y sobrevivir al largo pasar de las eras.
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